lunes, 29 de diciembre de 2008

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La dulce prisión


Se trata de la más extraña forma de las prisiones. Aquella en que la celda no está formada por barrotes ni cadenas. Es aquella que mantiene al prisionero con las puertas abiertas, sin guardianes armados.


La dulce prisión es el nombre que los nómadas del desierto utilizan para referirse a aquel cautiverio en que nada ni nadie impide que el cautivo escape salvo el desierto. Si un hombre se hallara confinado en un oasis de agua y dulces dátiles, piensan los árabes que nunca se atrevería a cruzar la inmensidad de las dunas hasta el próximo refugio, por miedo a la sed y el hambre. Quizás sea así, salvo que ese hombre tema más la esclavitud que a la muerte y ame con mayor fuerza la libertad que su propia vida.

La libertad es la dama que busca anidar en mi pecho a pesar de mi miedo y debilidad.
Es la dama que apacigua la última hora del hombre obstinado incapaz de guardar servidumbre alguna.

Si alguna vez yo me adentrase en ese desierto por hastío o imprudencia...
Si ninguna caravana perdida me encontrase en la infinitud para calmar mi sed y hambre, quisiera que fuera tu voz la que cerrar mis cansados ojos azotados por la arena y el viento aunque solo se tratase de un último espejismo.

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